lunes, 27 de mayo de 2013


CRÓNICA  DE ILO
Prof.  Celso Vera Suárez

                                    Desde el Mirador  de la Pampa  I., muy temprano el día, atisbo la ciudad tratando de avizorar el futuro que le espera. Ensayo un bosquejo imaginario para ver cómo encuentra a Ilo este 43º aniversario celebrando su mayoría de edad, comenzada ya la segunda década del siglo XXI. Ingreso por su portal y me adentro en sus entrañas. Recorro sus pistas, calles y avenidas asfaltadas, su Plaza de Armas; observo sus malecones intermedios y el principal, orlados por verdes alamedas y jardines multicolores, por donde pasean libres y gustosos los vecinos y forasteros llegados de todas las ciudades, respirando hondo y tranquilos, libres ya de los humos que son cosa del pasado. Allí están, también, los gigantes conjuntos habitacionales, los hoteles, financieras y restaurantes.  Modernos edificios trepando por los aires, tratando de vencer la gravedad y arañar el cielo gris que los cubre  casi todo el año. Ilo ha dejado el pantalón cortito de pequeña caleta engarzada en el desértico litoral del sur peruano para ponerse los pantalones largos y convertirse, hoy,  en Ilo-balneario, Ilo-puerto, Ilo-ciudad. Una moderna ciudad que ha dejado de darle las espaldas al mar.
                                   Por la mañana, todas las gentes, consciente o inconscientemente, confluyen en un lugar: el varadero. Van en busca del preciado jurel, la caballa, la cabinza y el pejerrey, que son base del alimento  popular y que han de servirlos luego en infinidad de potajes. El muelle artesanal hierve en frenética actividad. La mar, madre generosa, ha obsequiado sus frutos a los bravos pescadores que han pasado  días y noches de insomnio y aventuras montados en precarios botes y alumbrados sólo por la luz de luna. El sol, ya en el cenit, ha despertado a la ciudad que exuda sus vapores de hembra, su olor a buena pesca y el crujir de grúas y poleas de barcos de todas las banderas. Parlan las gaviotas y, más allá, otros buques esperan la estiba. Pasado el mediodía la brisa refresca los sudores y mitiga el trajín y los ardores de un sol que quema y hostiga. Por las calles de todos los caminos los transeúntes van y vienen, se pierden por la doblez de las esquinas ansiosos por servirse un sudado de mero, una humeante parihuela o un ceviche con harto rocoto para reparar las energías.
                                   Entrada ya la tarde del ardiente estío, aparece por el malecón el imponente anfiteatro de media luna griega, teniendo como marco el azul marino y como  trasfondo, cayendo desde el cielo, un gigantesco sol, que, como un dios rojo, va hundiéndose en el mar, llevándose penares y amarguras. Luego, la penumbra cae lentamente pincelando el cielo con celajes y figuras espectrales. Una gaviota, rauda, corta el cielo perdiéndose en la bruma. Desde mi atalaya veo prenderse las luces de la ciudad que parpadean como un manto de luciérnagas siderales.
                                    La noche me genera interrogantes y dilemas. ¿Qué depara a Ilo el futuro? La Historia me acude para resolver el problema. Roma, la antigua, era el ombligo del mundo, y todos los caminos conducían a ella. Ilo, entrado ya al siglo XXI, debe y puede convertirse en el ombligo del Pacífico Sur, y sus rutas marineras conducirnos hacia los gigantes y tigres del Asia (China, India, Singapur, Taiwán, Japón …) Hay que pensar en grande para ser grande. Ilo, ciudad de cielo triste, se ha convertido en un puerto que encierra alegría, pujanza, solidaridad, nostalgia, y, sobre todo, esperanza y pluralidad. Sí, pluralidad, porque Ilo se ha convertido en un puerto donde confluyen todas las sangres. Allí está la numerosa colonia puneña dándole vitalidad al comercio en los mercados, ferias, ferreterías y construcciones; también está, la no menos numerosa colonia moqueguana, asentada, principalmente, en el magisterio. Cómo no recordar a las promociones enteras egresadas de la Escuela Normal de Moquegua que vinieron a educar a la niñez y juventud ileñas. De igual manera, están los Clubes Departamentales de Arequipa, Cusco y Tacna, así como el numeroso contingente de tambeños, camanejos  y atiqueños y muchos otros que vinieron de diversas partes del país, sin olvidar a los inmigrantes chinos e italianos. Ilo y su mar les extendieron sus manos generosas y los acogieron a todos por  igual.
                                        La Pampa, mal llamada inalámbrica (¡?), por su ubicación ha llegado a constituirse en el verdadero Alto Ilo. Empezó a poblarse allá por los primeros años de la década del  90 con el falso anuncio de que Ilo se iba a convertir en Zona Franca, lo que atrajo a propios y extraños con la esperanza de un trabajo, y allí se quedaron. Se instalaron con sus familias, poblándola aceleradamente. Hoy, ya es toda una ciudad que cuenta con vida propia. Los centros de estudios superiores se ubican allí, de igual manera un buen número de I.E. de inicial, primaria y secundaria; así mismo, cuenta con una comisaría, un parque industrial, un terminal terrestre, un mercado y una feria semanal. El sueño de los moradores de este importante sector es convertirse en distrito. Sueño que aún no se hace realidad.
                                        Ilo y su Cultura Chiribaya. La que nos da a conocer que nuestros primeros pescadores se asentaron en estos lares hace 10 mil años, allí están las evidencias en el Sitio Anillo y la Pampa del Palo, al sur de la ciudad. Sobre este tema, cómo no recordar que allá por 1986, siendo alcalde el Dr. Julio Díaz Palacios, se llevó a cabo el  “Primer Encuentro de Arqueología Regional”, con presencia de  reconocidos historiadores chilenos y peruanos y duró toda una semana con lleno completo en el auditorio municipal, y, en donde uno de los temas tratados fue, precisamente, “Ilo, 10 mil años de historia”.
                                        Ilo y sus museos. El museo del distrito de El Algarrobal tiene 20 años de creación y es una de las principales atracciones turísticas, pero al cual hay que imprimirle más vida y dinamismo emprendiendo una promoción más intensa  para que  los niños, jóvenes y ciudadanos en general visiten este museo. Y, a propósito, ¿qué suerte habrá corrido el museo privado de la familia Jiménez? Es todo un misterio. Hay que ir a su rescate.
                                     Ilo y sus personajes ilustres. Destaca el Mariscal Domingo Nieto, llamado con justicia El Quijote de la Ley, y ya es conocido su itinerario de militar patriota. También está el poco conocido Coronel Juan Gasteau, que destacó durante la guerra con Chile en las batallas de San Juan y Miraflores, plegándose luego a la resistencia que en los Andes acaudillaba el General  Andrés A. Cáceres; así mismo, participó en los combates de Pucará, Marcavalle y Concepción, y halló muerte heroica en la batalla de Huamachuco el 10 de Julio de 1883.También destaca como hijo ilustre, el Dr. Luis E. Valcárcel, que fue, entre los de su generación, quien caló con más hondura y ahínco en el pasado incaico; y por ello, es y sigue siendo, una de las 4 figuras más representativas en el campo de la historia del Perú. Mención aparte merece el General Jorge Fernández Maldonado, forjador de la creación de Ilo como provincia en  1970; y que, sin embargo, no ha merecido distinción alguna por parte de las autoridades, ya que ninguna avenida o centro educativo lleva su nombre, menos se le ha levantado un busto o monumento. Ilo tiene una deuda pendiente con él.
                                          Así, de esta manera, llegamos al final de este recorrido imaginario por la ciudad de Ilo. Una ciudad que nunca parece enteramente inerte o en reposo; todo lo contrario, se mueve al influjo de su fuerza creadora. Ilo faro, Ilo guía. Ilo, un puerto que lleva al mar  como bandera. Feliz 43º Aniversario.

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