domingo, 27 de marzo de 2011

EL EFECTO DE ESCRIBIR


Son muchas las razones que me conducen todavía por el camino de la creación literaria. La principal, es aquella sensación que cada mañana me captura frente al monitor de mi computadora, aquella íntima sensación de que escribir es lo mejor que me ha pasado y podría pasarme, porque significa para mí la mejor manera posible de vivir; sin embargo, esa misma mañana, luego de una brevísima conversación con un amigo y colega en la oficina, entiendo que para muchos las novelas son tan solo una fugaz frivolidad destinada a espantar el aburrimiento durante un viaje largo o, en el “mejor de los casos”, luego de adaptadas al cine o televisión, se vuelvan precisamente eso: tan solo una vana muestra televisiva o cinematográfica que muchas veces –aquí podría indicar, desde mi perspectiva, una de las poquísimas excepciones cinematográficas naciente de una novela que valdría la pena apreciar: El mercader de Venecia, creación de William Shakespeare, y adaptada al cine en el año 2004, dirigida por Michael Radford y con la magistral actuación de Al Pacino- abandonan la esencia que verdaderamente el escritor expresa cuando uno tiene el placer y el privilegio de leerlo.

Hoy en día la literatura se ha tornado “Light” cuando su otrora compromiso, desde sus momentos más relevantes como con Dostovieski, que ayudó a entender los laberintos de la psicología humana, era buscar precisamente eso: un estado de conciencia humana en todas y cada una de las personas que pudieran acceder a ellas, indistintamente del genero, autor o editorial, siendo desde este punto de vista lo más importante en una buena lectura el efecto posterior a ella, un efecto que deflagre en la memoria y perdure en el tiempo; aspecto que dista mucho de lo que hoy sucede con la televisión, cine o juegos de video que resultan intensos por su inmediatez, pero efímeros por sus resultados. Ellos nos apresan (capturan) y excarcelan casi de inmediato, en no más de dos horas y treinta minutos; en cambio de las creaciones literarias, una vez acabado el vital ejercicio de la lectura, somos prisioneros de por vida, porque en definitiva trasuntan en la persona.

Me extendería en añadir que, bajo este contexto, los poderes de la literatura se deben destinar para ayudar al lector, -que en este caso podríamos ser todos nosotros- a mantenernos lúcidos sobre las deficiencias de la vida, alertas ante la realidad histórica que nos rodea, e indóciles a la manipulación de la verdad por parte de los poderes constitutivos y/o estatales, estando convencidos que esta última finalidad es la base fundamental para que el Perú cambie y sea el progreso un logro común, pues no existe mejor arma para afrontar los problemas del futuro que aquellas forjadas con ideales de paz y triunfo que, evidentemente, se logran con tan solo dos pilares: el conocimiento y la educación; que están tan cerca como tomar aquel libro que hemos abandonado en la repisa de casa. Expresado esto, a leerlo se ha dicho, y a crecer siempre señores.

DANIEL ARNALDO ZEGARRA RIVERA

Abogado y escritor. Su primer libro, “Cuentos de Ilo: El fin de mis primeros días” ha sido un hito en la creación literaria ileña. Ha ganado el concurso de narración corta “Tu Cuento Vale 2008” realizado en Barcelona – España. Logró también el segundo puesto en el concurso nacional de cuento organizado por la Universidad Privada Ricardo Palma en el año 2009 y fue considerado como “una joven y grata promesa de la literatura en efervescencia” por los especialistas de la prestigiosa casa de estudios superiores. Actualmente, prepara su primera novela. 

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