domingo, 21 de agosto de 2011

La vigencia del Yaraví

Del yaraví se habla, escribe y escucha cuando llega agosto en Arequipa. Su valor simbólico se mantiene, pese a que su espacio cotidiano es casi inexistente. Pero no todos se conforman, Ángel “Torito” Muñoz, cultor de este género musical, sigue en la brega.
Legado. “Torito” Muñoz y su nieto, Alberto Barrios, presentaron reciente CD de yaravíes.
El yaraví proviene del “harawi” incaico, un canto fúnebre. Se emparenta con el “triste” del norte del país La Libertad y con la “muliza” de la sierra central. También hay tradición de yaraví en Quito, Ecuador, en el norte argentino y en menor grado en Bolivia.
El arequipeño, mestizo, tiene la característica de estar ligado a las nostalgias pasionales de amores distantes o no correspondidos, alimentado por la poética de Mariano Melgar.
“El yaraví es puro sentimiento; sus letras y la música que se desprende del charango son únicas, distintas a las del yaraví ayacuchano. Es ese amor que se siente en cada una de sus composiciones lo que nos hace especiales”, señala Muñoz, reconocido charanguista.
Junto con Daniel Cerpa y Pablo Llosa, Ángel Muñoz Alpaca integró el Trío Yanahuara en la década de 1950, con el cual difundieron la música arequipeña en el país y en el exterior, llegando a Bolivia y Chile.
En la década de los 60, el trío llega a grabar un Long Play (LP), luego de diez años de continuas presentaciones locales. Con el paso de los años, los problemas de salud de Daniel y Pablo desintegraron el conjunto. Pero el charango del “Torito” no dejó de sonar.
La trayectoria del “Torito” Muñoz es reconocida en Lima, donde ha recibido distinciones del Congreso de la República, el INC y otras instituciones ligadas al arte.
A sus 79 años, el virtuoso charanguista sigue, además, componiendo yaravíes. Actualmente, lo acompaña su nieto Alberto Barrios Muñoz, de 20 años. Juntos han grabado un CD, presentado recientemente, que incluye yaravíes y huainos arequipeños.
“Se llama yaraví, pero se apellida Arequipa”, repite Muñoz con frecuencia, como resumiendo lo que este canto inspira en él. Una emoción muy ligada a su querida Yanahuara y a la primera vez que de niño escuchó un yaraví, cuando doña Josefa, propietaria de la tradicional picantería que llevaba su nombre, lo cantaba con deleite a sus comensales. cortesia http://www.elbuho/

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