Autoridades de Moquegua buscan convertirlo en atractivo turístico. Su cráter no ruge como en 2006, cuando hubo alarma de erupción.
Volcán será parte de una ruta turística vivencial en Moquegua. (Heiner Aparicio)
Por Gessler Ojeda
El volcán San Pedro de Ubinas parece un león dormido. Si bien ya no ruge como en 2006 –aunque en la cima de la caldera el viento helado aún parcela el rostro–, la advertencia de riesgo todavía está vigente pues la garganta del coloso humea y emite un olor a estiércol, que en pocos segundos se impregna en las fosas nasales, y que nos da la sensación de que estamos camino al mismo infierno de azufre y fuego. Además, han pasado apenas dos meses desde que se produjeron explosiones dentro de la montaña. Se dieron por un lapso de media hora y cada seis y cuatro minutos.
PARA EL TURISMO. Sin embargo, hoy existe una aparente calma. Por ello, la población del distrito de Ubinas, ubicado en la provincia Sánchez Cerro, en Moquegua, ha vuelto a ver al volcán como un fiel protector.
“Así se pone cada 45 años, eso es normal”, relata un poblador. El alcalde Pascual Coaquira Coaguila quiere que la montaña sea un atractivo turístico. El 23 de setiembre programó el primer ascenso masivo al volcán. Más de 150 personas partieron desde las faldas y llegaron a ascender hasta casi 100 metros. Esto se repetirá todos los años y de a pocos –aseguró el burgomaestre– irán mejorando los accesos.
Hay que tener en cuenta que el ascenso no es recomendable para alguien que sufre de presión alta o no esté adaptado a alturas por encima de los 5,500 m.s.n.m. No se puede retar así nomás al San Pedro. Este es el lugar donde el corazón se vuelve desleal, palpita dos o tres veces más rápido y ya no se siente en el pecho sino en la garganta. El poco oxígeno que se puede capturar, de rato en rato, se contamina con el polvo con azufre. Las piernas tiemblan y ya no avanzan por voluntad propia sino por la inercia del cuerpo. Pocos llegan con el color natural de su rostro, alcanzan la cima pálidos y con la mirada perdida. Para domar a este león dormido, es necesaria una preparación previa.
EL GUARDIÁN. Melquiades Álvarez Condori es el guardián del San Pedro. Él cuida los equipos del Instituto Geológico Minero y Metalúrgico y del Instituto Geofísico del Perú. Señala que desde setiembre de 2009, ya no emite cenizas ni fumarolas, pero aún se percibe el vapor de agua que se desvanece después de ascender 50 metros. “Nada comparado a 2006, cuando rugía furioso, como los motores de un avión, y en el fondo de su garganta podían verse las piedras incandescentes. Hoy, es un león dormido”, relata. peru 21 cortesia
El volcán San Pedro de Ubinas parece un león dormido. Si bien ya no ruge como en 2006 –aunque en la cima de la caldera el viento helado aún parcela el rostro–, la advertencia de riesgo todavía está vigente pues la garganta del coloso humea y emite un olor a estiércol, que en pocos segundos se impregna en las fosas nasales, y que nos da la sensación de que estamos camino al mismo infierno de azufre y fuego. Además, han pasado apenas dos meses desde que se produjeron explosiones dentro de la montaña. Se dieron por un lapso de media hora y cada seis y cuatro minutos.
PARA EL TURISMO. Sin embargo, hoy existe una aparente calma. Por ello, la población del distrito de Ubinas, ubicado en la provincia Sánchez Cerro, en Moquegua, ha vuelto a ver al volcán como un fiel protector.
“Así se pone cada 45 años, eso es normal”, relata un poblador. El alcalde Pascual Coaquira Coaguila quiere que la montaña sea un atractivo turístico. El 23 de setiembre programó el primer ascenso masivo al volcán. Más de 150 personas partieron desde las faldas y llegaron a ascender hasta casi 100 metros. Esto se repetirá todos los años y de a pocos –aseguró el burgomaestre– irán mejorando los accesos.
Hay que tener en cuenta que el ascenso no es recomendable para alguien que sufre de presión alta o no esté adaptado a alturas por encima de los 5,500 m.s.n.m. No se puede retar así nomás al San Pedro. Este es el lugar donde el corazón se vuelve desleal, palpita dos o tres veces más rápido y ya no se siente en el pecho sino en la garganta. El poco oxígeno que se puede capturar, de rato en rato, se contamina con el polvo con azufre. Las piernas tiemblan y ya no avanzan por voluntad propia sino por la inercia del cuerpo. Pocos llegan con el color natural de su rostro, alcanzan la cima pálidos y con la mirada perdida. Para domar a este león dormido, es necesaria una preparación previa.
EL GUARDIÁN. Melquiades Álvarez Condori es el guardián del San Pedro. Él cuida los equipos del Instituto Geológico Minero y Metalúrgico y del Instituto Geofísico del Perú. Señala que desde setiembre de 2009, ya no emite cenizas ni fumarolas, pero aún se percibe el vapor de agua que se desvanece después de ascender 50 metros. “Nada comparado a 2006, cuando rugía furioso, como los motores de un avión, y en el fondo de su garganta podían verse las piedras incandescentes. Hoy, es un león dormido”, relata. peru 21 cortesia
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